Aunque el padre de Carolina Herschel siempre animó el talento de su hija para las matemáticas y la música, su madre veía estas aficiones como algo negativo para las mujeres. Tampoco nos extrañemos, ya que corría el año 1750. Con 22 años, comenzó a estudiar canto con sus hermanos, aunque no llegó a destacar como soprano.
El gran cambio en su vida llegó cuando su hermano William abandonó los estudios musicales para dedicarse a la astronomía. Siempre habían estado muy ligados, así que pasó a trabajar con él, primero tomando notas de las observaciones que realizaba y luego tomando la iniciativa tras el telescopio. Al parecer, comenzó a estudiar en solitario aprovechando los viajes de su hermano, desarrollando una labor propia de gran calidad.
William consiguió un gran prestigio gracias a su trabajo como constructor de telescopios, llegando a ser astrónomo real en la corte del rey Jorge III en Inglaterra. Carolina consiguió su propio, aunque modesto, observatorio, recibiendo el reconocimiento por su labor al serle otorgado un sueldo como ayudante. Este estipendio le permitió iniciar su trabajo en solitario, siendo una de las primeras científicas del mundo moderno.
Su trabajo no fue fácil, pese al reconocimiento de su gran labor, ya que la sociedad del siglo XIX todavía se mostraba reticente ante la idea de las mujeres dedicándose a la ciencia, pero finalmente pudo demostrar su capacidad a través de un trabajo excelentemente documentado y preciso.
A lo largo de su carrera, Carolina Herschel descubrió más de 1000 estrellas dobles, confirmando la existencia de los sistemas binarios. Su labor se desarrolló en Inglaterra hasta que, tras la muerte de su hermano, volvió a Alemania. Su fama como científica se convirtió en internacional, recibiendo galardones tan importantes como la Medalla de oro de la Royal Astronomic Society o la de las Ciencias concedida por Prusia.
Su trabajo también destacó por su labor en la observación de cometas, descubriendo 83 de estos cuerpos celestes, además de tres nebulosas. De hecho, uno de sus primeros grandes logros fue el descubrimiento de su primer cometa en 1786. Herschel murió a los 97 años, tras toda una vida dedicada a la ciencia. Su trabajo se considera fundamental para el desarrollo de la astronomía en el siglo XIX y su papel como investigadora la sitúa a la vanguardia de su época.
Hoy en día es considerada como una inspiración para cientos de investigadoras. Un cráter de la Luna lleva su nombre y en su tumba podemos leer el epitafio que ella misma eligió para demostrar dónde había residido siempre su pasión: “Los ojos de ella, en la gloria, miran hacia los cielos estrellados”.