La imagen de Isaac Newton con una manzana la hemos visto reproducida hasta la saciedad. Incluso en algún lugar habremos leído que el fruto cayó sobre su cabeza y eso fue lo que provocó su tan gran «¡Eureka!». Sin embargo, la popular anécdota científica tiene algunos matices que aporta la biografía del científico escrita por William Stukeley en 1752 y hecha pública por la Royal Society of London for Improving Natural Knowledge en 2010.
El escritor, amigo personal del notable genio y testigo de sus reflexiones en torno a la gravedad, describió cómo estando bajo la sombra de un manzano en su jardín Newton le contó cómo se inspiró para formular sus teorías físicas: «Me dijo que había estado en esta misma situación cuando la noción de la gravedad le asaltó la mente. Fue algo ocasionado por la caída de una manzana mientras estaba sentado en actitud contemplativa». Vio la fruta sobre la tierra y se preguntó a sí mismo, «¿Por qué esa manzana siempre desciende perpendicularmente hasta el suelo?». Ahí comenzó casi todo.
Porque si por algo es conocido este inglés nacido el 25 de diciembre de 1642 si atendemos al calendario juliano vigente entonces, el 4 de enero de 1643 si optamos por el gregoriano, es por haber culminado la revolución científica que sentó las bases de la ciencia moderna. Lo que comenzó en el Renacimiento con científicos como Copérnico y fue continuado en el siglo XVII por otros importantes nombres como el de Kepler o Galileo, quedó completado por Newton, quien brillantemente contribuyó a las matemáticas, la óptica, la astronomía y especialmente a la física.
Del campo a la universidad
En las primeras horas de aquel día de Navidad de mediados del XVII nació en la pequeña aldea de Woolsthorpe, en un condado situado en el norte de la región inglesa de East Midlands. Su madre pertenecía a una familia venida a menos, que en otro tiempo había disfrutado de cierta comodidad, y su padre, fallecido pocos meses antes de su nacimiento, había sido terrateniente.
La progenitora volvió a casarse cuando el niño apenas había cumplido los tres años de edad, con un reverendo llamado Barnabas Smith, y con las nupcias se trasladaría a vivir con él, dejándolo a él al cuidado de su abuela materna. Esta situación habría sido la que con el paso de los años forjó la fama que Newton siempre ha tenido de introvertido, discreto y meditativo. Porque hasta los doce años el joven Newton no volvería a ver a su madre, de nuevo enviudada, pero ahora poseedora de una fortuna dejada en herencia por su segundo marido.
Isaac Newton, poco tiempo después de la vuelta de su madre, comenzó en la escuela de la próxima localidad de Grantham, King’s School. Se sabe que estudió latín, griego, aprendió los conocimientos más básicos sobre geometría y aritmética, y apenas se relacionó con sus iguales. Su crianza en cierto aislamiento y su capacidad intelectual, por entonces cada vez más evidente, generaban una relación compleja con otros niños. Una pelea, de hecho, fue el detonante de su brillantez académica.
Además de atreverse con un compañero que le agredió, se propuso derrotarlo también intelectualmente. Y lo consiguió. El futuro científico se convirtió en el alumno más aventajado de la clase. Fue en esta época, también, cuando se cree que tuvo su única relación romántica con una mujer. Habría sido con una compañera de clase, apenas unos meses más joven que él, con la que consiguió llegar a congeniar y para la que construyó muebles de muñecas. En este momento, también, se le atribuye la fabricación de sus famosas cometas, de maquetas, de montones de relojes de sol e incluso pequeños molinos de viento.
Todavía sin terminar su formación escolar, su madre quiso que regresase a casa para que se ocupase de los asuntos familiares. Quería que lidiase con el legado de su padre, que atendiese a las responsabilidades que este había tenido como terrateniente, pero no estaba en absoluto por la labor. Había descubierto el poder del conocimiento y no iba a renunciar tan fácilmente a él. Fue por eso por lo que luchó y por lo que, gracias al amparo de su hermano y su maestro, pudo continuar y preparar su entrada en la Universidad de Cambridge a los dieciocho años.
La época más fecunda de invención
El 1661 fue el año en el que Newton comenzó sus estudios en Cambridge, en el Trinity College. Allí comenzó con la filosofía aristotélica, aunque nunca frecuentó especialmente las clases. La investigación de la naturaleza motivó en un mayor grado su intelecto y en ella se centró, descuidando los programas académicos oficiales. Sin embargo, su despertar se produciría unos años más tarde, paradójicamente cuando tuvo que ausentarse de Cambridge cuando está cerró sus puertas por la gran epidemia de peste bubónica de 1665.
CGP Grey editada con licencia CC BY 2.0En el parón universitario que se produjo en su formación, entre 1665 y 1666, según él mismo vivió su época más fecunda de invención. Decía que pensaba en las matemáticas y en la filosofía de una forma mucho más intensa, lo hacía como nunca antes lo había hecho. Ese pensamiento profundo, de regreso en Woolsthorpe, le valió lograr el método de las fluxiones, las primeras ideas sobre la gravedad y la teoría del color. En esos años se produjo también la anécdota de la manzana, que recogería por primera vez Voltaire gracias a la narración de los hechos por parte de una sobrina de Newton, quien habría sido la esposa de un asistente del científico.
La culminación de un genio
Sin embargo, muchos de los hallazgos que fue realizando especialmente al principio de su carrera no los publicitó hasta mucho tiempo después. Lo que en la práctica, tratándose de ciencia, conllevaba el riesgo de que un colega se le adelantase y sus progresos pasaran desapercibidos. Rehusaba los enfrentamientos, era reacio a cualquier clase de conflicto y esos temores le impidieron durante mucho tiempo emprender el natural procedimiento de la publicación de descubrimientos.
Con el tiempo, y madurado en este aspecto, fue abriéndose a la comunidad científica y se granjeó popularidad en el momento en el que inició correspondencia con la Royal Society y avanzó sustancialmente en geometría y óptica. A ella envió parte de las soluciones que iba encontrando a diferentes cuestiones e inventos como un telescopio reflector, el cual despertó gran interés entre los académicos y le permitió entrar en la sociedad. Allí fue donde se topó con uno de sus temores, la crítica, esgrimida por el que es considerado uno de los científicos experimentales más importantes de la historia de la ciencia, Robert Hooke.
Fue gracias a él y a un problema que este no había resuelto, pero Newton sí, que escribió la obra que una amplia mayoría de la comunidad científica considera la más importante de la historia de la ciencia, Philosophiae naturalis principia mathematica. El descubrimiento le fue compartido por primera vez a Edmond Halley, quien en aquel momento ya había avistado el tan famoso cometa que sería bautizado con su apellido. En una visita a Cambridge, Newton le contestó con total naturalidad a una cuestión a la que el propio Halley y Robert Hooke no conseguían dar respuesta.
Tim Green editada con licencia CC BY 2.0¿Cómo era posible que, sin dudar un ápice, le hubiese dado una respuesta? «La he calculado», le espetó Newton. Años más tarde, en 1687, con la intermediación de Halley ante la Royal Society y el pago por su parte de los gastos de impresión, los resultados fueron publicados en el famoso libro y la ley de gravitación universal quedaría expuesta completamente junto con, por ejemplo, la primera exposición impresa del cálculo diferencial y cálculo integral, el cálculo infinitesimal.
Tras escribir los Principios matemáticos de la filosofía natural se trasladaría a Londres, donde ocupó diferentes cargos públicos como el de director de la Casa de la Moneda, el de magistrado de Charterhouse y Preboste del Rey. Llegando a ser también elegido como presidente de la Royal Society. Isaac Newton pudo salvarse de un envenenamiento por mercurio, aunque este cambió su conducta, sufrió de diferentes afecciones renales durante los últimos años de su vida y una de estas dolencias, dada en las primeras jornadas del mes de marzo de 1727, según el calendario juliano, acabarían con su vida llegado el día 20 del mismo mes; el día 31 según la fecha gregoriana. Voltaire, de visita en Londres precisamente cuando se celebró el funeral por Newton, diría: «Inglaterra honra a un matemático de la misma manera que los súbditos de otras naciones honran a un rey». El país supo rendir sentido respeto a uno de los más importantes científicos de toda la historia.