Steve Jobs, cofundador y presidente ejecutivo de Apple, solía decir de Jonathan Ive que era su alma gemela. Cuando el diseñador británico entró en la compañía, el empresario encontró en él el perfecto aliado y compañero a la hora de redefinirla buscando siempre y por encima de cualquier otra cosa la simplicidad. Concibiendo físicamente un nuevo producto, diseñando su experiencia de uso y su propia fabricación. También definiendo cómo debían ser sus tiendas. Incluso ideando los grandes complejos empresariales que albergan sus oficinas y departamentos.
Ambos entendían con suma precisión cuál era el camino hacia ese minimalismo bien entendido y cómo debía transitarse para alcanzarlo. Se complementaban de forma excelente, se anticipaban a los movimientos del otro acertando en las decisiones y sus piezas, sus virtudes y capacidades, encajaban juntas como si de un preciso calibre suizo se tratase. Es por ello que en poco tiempo se convirtió en uno de los directivos con mayor poder dentro de Apple y en su jefe de diseño absoluto.
Así comenzó la historia de Jony Ive
Jonathan Paul Ive nació un 27 de febrero de 1967 en el noroeste de la ciudad de Londres, en Chingford. Su padre, Michael Ive, era platero y fue quien lo crió. Su abuelo ingeniero. De su madre y resto de su familia apenas se tienen datos y resulta natural. El inglés siempre ha intentado que su vida privada se mantenga al margen del ámbito público, concede pocas entrevistas y prefiere pasar desapercibido, aunque su popularidad muchas veces se lo impida. La discreción y su perfil bajo también son parte de sus señas de identidad.
Comenzó sus estudios primarios en la Chingford Foundation School y realizó los secundarios en la Walton High School de Stafford. En esos años de aprendizaje general, Ive desarrolló un gran interés por los vehículos y esta afición encaminó su formación universitaria hacia el Diseño Automovilístico en el Royal College of Art de Londres. Sin embargo, comprobar que el ambiente en clase no era el esperado y la distancia en intereses con sus compañeros era abismal, optó por pasarse al Diseño Industrial en el Newcastle Polytechnic, actual Universidad de Northumbria, en Newcastle.
En esos años de universidad fue cuando un joven Ive tuvo su primera experiencia con Apple, en particular con un Mac, uno de sus ordenadores. Después de sufrir verdaderos quebraderos de cabeza con equipos de otros fabricantes con otro tipo de software, complejo en el uso, emplear un equipo de la compañía de la manzana mordida fue un verdadero punto de inflexión. Él, que se consideraba técnicamente inepto, descubrió cómo el sistema que tenía ante sí era intuitivo, fácil de entender y usar. Una experiencia radicalmente distinta a la que sentía un usuario con otros entornos.
raneko editada con licencia CC BY 2.0Las primeras experiencias en el mundo laboral y el salto a Apple
Tras terminar los estudios, Jony Ive decidió encaminarse hacia el diseño de producto. Y tras pasar un año en la agencia Roberts Weaver, en Londres, entró en Tangerine, otra agencia ubicada también en la misma ciudad, en la zona de Hoxton Square. Allí diseñó desde taladros a cepillos de dientes, pasando por microondas, aseos u hornos. Era un trabajo, le permitía vivir, pero no se sentía del todo a gusto.
El momento en el que se dio cuenta que diseñar aquella clase de productos del modo en el que se hacía en esa empresa no era lo suyo fue cuando le echaron atrás un trabajo en particular. Había creado un conjunto de inodoro, bidet y lavabo para un cliente de la agencia, pero este lo rechazó. Según el responsable del cliente, aquellos elementos sanitarios eran demasiado modernos y demasiado caros. No tenían sus principios y trabajar para alguien que no los tuviese comenzaba a desagradarle en exceso.
Fue entonces cuando, de nuevo, se topó con Apple. Tangerine actuaba como agencia de diseño de la compañía californiana para varios asuntos, entre ellos el diseño de los primeros PowerBook, y Jonathan Ive parecía estar en el punto de mira. Querían reclutarlo y lo intentaron durante dos años. Sin éxito.
Primero tendría que desempeñar funciones de consultor para el jefe de diseño industrial de Apple en aquel momento, Robert Brunner, para convertirse poco a poco en uno más de la familia y pasar a ser empleado a tiempo completo. Aquello pasó en 1992. Era una época de vaivenes. Un momento en el que caminaban sin un rumbo fijo. Quizás despistados. De nuevo, un ambiente poco favorable y agradable hizo que el diseñador no estuviese a gusto y pensase en marcharse, pero su jefe por entonces, 1997, lo convenció para quedarse. Decía que las cosas iban a cambiar. Y cambiaron. Steve Jobs volvía a la empresa que había creado junto a Stephen Wozniak y el olvidado Ronald Wayne.
El resurgimiento de la manzana mordida
Con Steve Jobs al frente, para Ive todo comenzó a ser más sencillo. Contaba en una de las pocas entrevistas que ha concedido, hace apenas un par de años en Time, que a veces no les hacía falta ni hablar para saber qué pensaba el otro. Contemplaban un objeto y percibían lo mismo, tenían las mismas impresiones e inquietudes. Estaban en completa sintonía. Esta circunstancia provocó que avanzar en la creación de productos fuese un trabajo relativamente sencillo entre ambos.
En aquel diálogo habló también acerca del diseño y cómo de importante es ir más allá de la propia estética del producto, mostrando en gran medida cómo se trabaja en el departamento de diseño de Apple: «Los objetos y su manufactura son inseparables. Uno puede entender un producto si entiende cómo está hecho. Quiero saber para qué son las cosas, cómo funcionan, de lo que pueden o deben de estar hechas antes incluso de comenzar a pensar en cuál debería de ser su apariencia».
Obra suya es el primer éxito de la empresa en la nueva era de Jobs, el iMac G3, aquel colorista y traslúcido ordenador, capaz de conectar con un usuario diferente al profesional tanto con su apariencia como con su sistema operativo, Mac OS 9. Una pieza que se expone en numerosos museos dedicados a la informática y al diseño y que hoy en día es una codiciada pieza para coleccionistas.
Otra de sus excelsas obras es otra gran pieza perseguida por los coleccionistas, el iMac G4, que popularmente se ganó el apodo del «iMac lamparita». El sobrenombre que le dieron obedece a su diseño, todavía rompedor hoy en día, compuesto por una base donde se encuentra la CPU y la circuitería necesaria para su funcionamiento y una pantalla sostenida por un brazo articulado que permite su orientación en cualquier dirección. Este ordenador, de hecho, se encuentra expuesto en el Museo de Arte Moderno de Nueva York por la gran importancia que tiene.
Maxime Raphael editada con licencia CC BY 2.0Ese ordenador con aires de luz de estudio se convertiría en el primer escalón de un ascenso imparable hacia la consecución de la simplicidad absoluta en la gama iMac en particular y en los productos de Apple en general. A partir de entonces, hablamos del año 2002, las nuevas creaciones de los de Cupertino se encaminaron a ordenar lo que hasta entonces había estado desordenado. A restar cables, partes móviles, botones prescindibles y tornillería innecesaria. A simplificar, simplificar y simplificar. En la propia apariencia de los productos pero también en su funcionamiento, remodelando cada vez más los sistemas operativos que los hacen marchar, mejorando la experiencia del usuario en el uso, poniéndole las cosas fáciles.
Así continuaron mejorando los iMac, también los iPod con el de quinta generación como gran emblema. Hasta llegar al iPhone. No inventaban nada nuevo como tal, no se sacaban de la manga algo que no existía, pero sí lo hacían diferente. Es seguramente la mayor obra de Jonathan Ive y de Apple. Hacer sencillo lo complejo, como hicieron en su día con los reproductores de música portátil.
Tomaron el concepto del teléfono, le añadieron las bondades del iPod, reinventaron la experiencia de uso, reinventaron la forma de relacionarnos con el dispositivo y nació el primer iPhone. Apple dejaba de hacer solamente ordenadores y algún que otro dispositivo accesorio para convertirse verdaderamente en una empresa dedicada a la electrónica de consumo, encaminándose a ser una de las compañías más poderosas y valoradas del planeta. Y Jonathan Ive, junto al eterno Steve Jobs, ha sido y es uno de los principales responsables. Inequívocamente lo hizo bien, muy bien.