Vivimos en una época en la que las cámaras forman parte de nuestra vida prácticamente de forma inapreciable. Llevamos dos, por falta de una, en nuestros teléfonos móviles. Cada vez que utilizamos nuestro portátil tenemos una apuntando a nuestro rostro, aunque esté apagada. Y las cámaras réflex, esas que en otros tiempos tenían precios realmente prohibitivos para cualquiera y únicamente eran adquiridas por fotógrafos profesionales, por ser su necesaria herramienta de trabajo, se han democratizado con gamas para todos los públicos.
Sin embargo, las buenas fotos continúan siendo coto de los grandes. De aquellos artistas —porque sin lugar a dudas lo son— capaces de capturar la vida en un instante. Da igual que tengamos la cámara fotográfica más cara del mercado. Que nuestro smartphone nos permita toda clase de ajustes manuales y posea más megapíxeles que edad tengamos. Da lo mismo, incluso, que dominemos la técnica de forma excelsa.
A la hora de tomar un fotón, hablando con propiedad, la lente con que lo hagamos resulta sustancialmente irrelevante. Lo que cuenta, de todas todas, es el arte, la creatividad, el ojo que uno tenga el privilegio de tener. Aquello, ese algo, que diferencia una obra sin más de una que atrapa. Y de todo eso Rai Robledo tiene mucho.
De la afición a la profesión
Madrileño, aunque no sabemos si con los cuatro abuelos de Madrid, como mandan los cánones folclóricos que debe ser el perfecto gato, se dedica en cuerpo y alma a la fotografía. Sonará manida la expresión, pero así es. Todo comenzó como una afición, como una de esas actividades que uno realiza simplemente porque le gustan, sin esperar nada a cambio, sin esperar poder vivir de ello algún día. Sencillamente lo hace por sentirse satisfecho consigo mismo, porque verdaderamente le gusta. Se había comprado una cámara y disparaba a todas horas. Y la cosa no quedó ahí.
Rai RobledoEn aquel momento trabajaba en una agencia de eventos y además de organizarlos los cubría fotográficamente. Ese bagaje adquirido disfrutando de su hobby y extendiéndolo a su propio trabajo le valió componer un portfolio más que interesante, donde su sensibilidad a la hora de captar diferentes escenas quedaba plasmada. Donde se advertía, sin necesitar conocimientos de ninguna clase, que tras esas imágenes había un corazón y una calidad que no se alcanza ni con cursos ni con práctica. Sentimientos que veían más allá de lo físico retratado. Que trascendían lo tangible para captar en una imagen estática lo que se vivía en movimiento.
Le comenzaron a encargar pequeños trabajos, a la vista de su buena mano, y estos cada vez fueron llegando con mayor frecuencia y entidad. Hasta que un buen día tomó una dura pero certera decisión. Iba a dejar su puesto en la empresa en la que trabajaba para ser el fotógrafo que siempre había querido ser. Arriesgado, sí, pero también consecuente.
En tres palabras: sensualidad, sensibilidad y belleza
Desde que puede hacerse llamar fotógrafo, con todas las letras, Rai Robledo se ha especializado en la realización de books, editoriales de moda, conciertos, reportajes y eventos de todo tipo, siempre siendo fiel al estilo que lo caracteriza. Viendo y transmitiendo mucho más de lo que tiene frente a su lente. Disparando al servicio de empresas, compañías y organizaciones como Radiotelevisión Española, Casa de América, CosmoCaixa, Carolina Herrera, Mercedes-Benz, Paco Rabanne, Mahou o la pasarela Cibeles.
Pero donde uno aprecia de forma más intensa su extrema sensibilidad, su inconmensurable capacidad de atrapar lo bello, de trasmitir intimidad y trasladar a quien observa al centro de la mismísima escena, es con los retratos. Con las fotografías que realiza a mujeres, una de sus más importantes fuentes de inspiración. El secreto no es otro que encontrare constantemente fascinado, de forma más que natural, con la belleza femenina. A Rai le gustan las mujeres y retratarlas incluso más.
Rai RobledoUn vistazo a sus trabajos y no queda duda. Es un maestro de la fotografía femenina. Y no le hace falta demasiado. Simples miradas, delicados gestos y cabellos peinados por el viento. Naturalidad. La desnuda espalda de una mujer, posada sobre una duna con el mar en el horizonte, y la piel se eriza. Una chaqueta sin abrochar como única piel y una mirada penetrante, captada magistralmente por su objetivo, y el observador queda cautivado. Unos ojos azules, brillantes, bien abiertos, y está todo dicho.
Su primer y seguro que no último libro, Chicas con estilo editado por Anaya Photo Club, es la enésima demostración de su arte. Y además es, también, un reflejo del carácter de la mujer del siglo XXI y la guía de todo aquel que desee conocer y comprender el fundamento de su obra. La de un todoterreno de la fotografía. La de un trabajador incansable. Rai Robledo en estado puro.