El emblemático símbolo de Loewe, esas cuatro letras eles dispuestas de forma cuadrangular, popularmente conocidas como «el cangrejo», salieron de su cabeza. El espíritu de transformación que invadió la firma tras la modernización que llevó a cabo el arquitecto Javier Carvajal, empezando por el aspecto de sus tiendas, fue trasladado por él a bolsos, pañuelos, artículos decorativos, accesorios de viaje o corbatas. Vicente Vela (Algeciras, 1931) fue el artista que conquistó a Loewe.
La relación del pintor y escenógrafo español con la firma de moda comenzó de la mano, precisamente, de ese proyectista. Quien concibió aquella primera tienda de la calle Serrano de Madrid como un gran escenario abierto a la calle. Carvajal fue quien transmitió a los responsables de la marca lo importante que era dejar ver el interior de la boutique. Cómo de capital era insinuar o directamente mostrar qué había tras sus paredes. Los productos, además debían seguir el mismo camino. Como obras de arte que eran, de eso no cabía duda, debían mostrarse en los escaparates.
Esta conceptualización de lo que debía ser una tienda de Loewe, esa vinculación que estableció entre la moda, su venta y el arte, fue la que introdujo a Vicente Vela dentro de la empresa y lo erigió como su alma creativa. La cabeza pensante con imaginación a raudales. El pozo de ideas que tomaba cada decisión tras largas meditaciones, mucha documentación y una concienzuda investigación de nuestra sociedad.
Para dar formas a colecciones enteras, a perfumes, o simplemente echar una mano a los diseñadores que pasaban por la casa, el algecireño se inspiraba en la cultura española y especialmente en su arte, en todas sus formas. Vagaba por las salas del Museo del Prado, contemplando las grandes obras de los pintores españoles. Observaba el cruento mundo de la caza. Se empapaba de la Barcelona más modernista, de la arquitectura cautivadora que puebla tantas y tantas de sus calles. Examinaba obras artesanales de cerámica, y atendía a cada una de sus filigranas.
Cortesía de la familia VelaEsas particulares musas daban a luz colecciones tan variopintas como el propio artista. Series de objetos que bien podrían contrastar entre sí, pero seguían un camino común. Encontraban motivaciones usuales. Desde la colección Manhattan, dominada al completo por el rojo y el negro, ideada para celebrar la apertura en 1982 de la tienda de Loewe en la Quinta Avenida de Nueva York. A la colección L 60, que esa misma década nacía haciendo uso de maderas sobrias y esos motivos arabescos que frecuentemente se asomaban en sus creaciones de uno u otro modo.
Puntos básicos, piezas atemporales, contrastes evidentes e historia viva de Loewe, que fueron protagonistas de la retrospectiva organizada por la firma con motivo del primer aniversario de la muerte del creativo a principios de este 2016. Una forma de demostrar la vinculación íntima e intensa de Vela. Su pasión desbordante. Su creatividad sin límites. Su identidad inequívoca.
Esa misma exposición revelaba al público quizás uno de los secretos que mejor guardaba el artista, pese a seguramente no considerarlo así: su proceso creativo. Tras documentarse como lo hacía. Inspirarse en la sociedad. Encontrar una motivación sólida. Y repasar todas las fotos que tomaba con su cámara, una forma de recordar todo lo que veía, llegaba el momento de crear. Y lo hacía de forma artística, creando pinturas, cuadros y lienzos con las piezas que salían de su mente.
Cortesía de la familia VelaEran obras que bien podrían ser arte en sí mismo, digno de colgar de las paredes de una galería, pero que para él no eran más que prototipos sobre el papel. A partir de ellos, el equipo que lo rodeaba se encargaba de pasar las ideas del genio a piezas palpables, a prototipos propiamente dichos. Si todo salía bien y todos, empezando por Vicente, estaban satisfechos con el resultado, la pieza en cuestión salía adelante. Era su modo inconfundible de trabajar. La forma mediante la cual alguna de los diseños más emblemáticos de Loewe son una realidad hoy en día.
El tremendo universo creado por el que muchos consideran el alma y la conciencia estética de la casa madrileña, contrasta de forma mayúscula con su labor artística llevada a cabo en paralelo. Porque cuando Vicente Vela no desempeñaba su trabajo creativo en las oficinas de la marca, sobre la tienda de la calle Serrano de Madrid, pintaba cuadros. En estas obras, pertenecientes a una corriente de la pintura figurativa lindante con el surrealismo, muchos ven una vía de escape del creativo. El modo que el andaluz empleaba para alcanzar esos mundos oníricos que los artistas siempre desean acariciar.
Vicente Vela es historia del arte e historia de Loewe. La historia de un legendario director creativo que fue alma y creó almas.