Eran conocidos y apreciados desde la antigüedad por su rica carne, repleta de profundos sabores y aromas, pero aquello que los hizo especialmente populares fueron sus excelsas huevas, esas que comenzaron a comer los persas, más tarde degustaron los romanos y finalmente Occidente al completo. Las gracias se las debemos a la labor de evangelización que la aristocracia rusa de principios del XX, emigrada tras la Revolución de Octubre, promulgó indirectamente en las mesas más acomodadas a este lado del Cáucaso.
Hablamos de los esturiones, esos ancestrales peces que hasta mediados del siglo pasado nadaban en completa libertad por nuestros ríos más vírgenes y caudalosos y que desde hace unos pocos años, gracias al esfuerzo de unos pocos, están de vuelta.
Uno de esos grupos de artesanos, biólogos y enamorados del buen caviar que han conseguido recuperar en nuestras aguas tan noble animal es el que forma Nacarii, una empresa que desde el corazón del Valle de Arán, a más de setecientos metros de altitud, han conseguido criar en cautividad, en el cristalino río Garona, esturiones orientados a ofrecer una de las mejores carnes y, sobre todo, el mejor caviar. Porque si algo necesita un esturión para dar su mejor carne y sus mejores huevas es un perfecto entorno natural en el que crecer y alimentarse, como el que este río alimentado por el deshielo del glaciar más grande de los Pirineos, el Aneto, es capaz de brindar.
Nacarii
El resultado de tan gran esfuerzo es capaz de involucrar a los cinco sentidos y provocar sensaciones que casi ninguna otra cosa en el mundo es capaz producir, el resultado es el Caviar Nacarri Premium, la propuesta más exclusiva y limitadísima de la marca.
Extraído artesanalmente dos veces al año, durante la primavera y el otoño cuando las huevas de los esturiones están en su mejor momento, este caviar con una extraordinaria medida que alcanza los 3,8 y 3,9 milímetros de diámetro, se comercializa inmediatamente después de su recolección, completamente fresco y sin pasteurizar. Para que pueda ser apreciada la suavidad y delicadeza que lo caracterizan antes de madurar, hay que consumirlo en las doce primeras semanas. Pasado este tiempo, su sabor se acentuará, la intensidad se multiplicará y las sutilezas se tornarán verdaderas explosiones de gustos en el paladar.
Un caviar llegado del corazón de los Pirineos que poco o nada tiene que envidiar a un beluga con su deliciosa intensidad, su singular perfume y su implacable permanencia en boca. Artesano, fresco, natural, bueno y de casa, ¿qué más se puede pedir?.
