Heston Blumenthal es uno de esos cocineros que se han hecho a sí mismos. No aprendió en ninguna escuela de cocina, no tuvo a un gran maestro de los fogones que lo llevase por la senda correcta. Él, simplemente, se dejó llevar por su instinto y sus pasiones. Fue él mismo. Y se hizo a sí mismo. Este aprendizaje autodidacta, esta creación culinaria de la nada, fueron los responsables de la abertura en 1995 del restaurante que lo hizo mundialmente famoso con tres estrellas Michelin, The Fat Duck, que hace unos meses reabrió.
Tras trasladarse durante nueve meses al otro lado del planeta, a la inmensa Australia, con todo su equipo, todos sus platos e incluso, literalmente, toda su vajilla y cubertería, The Fat Duck migra de vuelta a sus orígenes. La dilatada estadía en otro país sirvió para dos asuntos principalmente: uno, para cometer una importante y necesaria renovación de la casa del siglo XVI que acoge el restaurante en Reino Unido; y dos, para renovarse, o más bien, evolucionar.
© John CareyLa propuesta del retornado restaurante de Blumenthal a casa es, en gran medida la vuelta del propio chef a su casa también, a sus orígenes nuevamente, pero a los más profundos, a su infancia. Cada plato de The Fat Duck ha tenido siempre una historia, todos los que los han conocido lo saben bien, pero ahora el conjunto, todos completamente, parten de una única narración: el viaje a un día en la vida de un jovencísimo Heston.
Un viaje a través de un mapa en el que los recuerdos infantiles del hacedor tomarán forma de un menú articulado en torno a una sola jornada. Desde la mañana, en la que el niño se levanta y desayuna; pasando por la media mañana, cuando se acerca a ver el mar; la media tarde, cuando da un paseo por el bosque; anocheciendo, cuando cena; la hora de dormir, cuando toca contar ovejas; y el momento de soñar, cuando un pequeño se imagina toda una tienda de golosinas para él.
© John CareyLa experiencia, realmente sorprendente y emocionante, comenzará desde el mismo momento de la reserva y la llegada al restaurante el día correspondiente, contando con numerosas giros de guión durante el servicio, momentos inesperados que conectarán los nostálgicos recuerdos de Blumenthal con los del comensal.
Visitar The Fat Duck es ahora, más que nunca, algo que vivir.