La piedra preciosa entre las piedras preciosas, tan apreciada, tan costosa y tan valiosa, capaz de despertar gigantescas pasiones al común de los mortales, el diamante, resulta estar compuesta por un elemento químico que tanto puede formar parte de la mina de un simple lápiz como constituir el grueso de la joya más valiosa del planeta. No se trata de magia, ni en ello está siquiera la mano del hombre: es simplemente el carbono, la propiedad de poseer diferentes estructuras moleculares y la naturaleza.
Es por esta razón, por ser un elemento completamente natural, que en el mundo no pueden existir dos diamantes iguales. Como los copos de nieve o nuestras huellas dactilares, cada diamante es único. Sin embargo, no es menos cierto que todos ellos poseen ciertas características comunes que permiten determinar su calidad y valor de una forma concreta. Estos rasgos, cuantificados y estimados de forma estándar en todo el mundo, reciben popularmente en inglés el sobrenombre de las «cuatro ces», por sus iniciales en ese idioma, y son carat, clarity, cut y colour. O lo que es lo mismo, el peso, la pureza, la talla y el color.
El peso o 'carat' de un diamante: en quilates
El quilate, la unidad de masa empleada fundamentalmente en la medición del peso de gemas y perlas cuya abreviatura es ct., es la que se emplea con los diamantes y se expresa con una cifra entera y dos decimales. Un quilate equivale aproximadamente a 0,2 gramos y, cuando hablamos de precio, importa mucho si estamos hablando de quilates por pieza o en conjunto. Y ponemos un ejemplo: es más caro un diamante de 1 quilate que diez diamantes con 0,1 quilates cada uno, aunque pesen todos juntos lo mismo. ¿La razón? De nuevo, la naturaleza, ya que es mucho más común encontrar piedras de tamaño pequeño que no de grande.
Otra de las particularidades del carat de un diamante tienen que ver con la relación que encontramos entre su diámetro y los quilates cuando hablamos de la denominada talla brillante de la que nos ocuparemos más adelante. Desde los 0,05 quilates hasta los 0,40 un diamante sigue una constante en crecimiento. A más quilates, mayor medida. Pero una vez rebasado ese límite, el crecimiento, lejos de ser exponencial, desacelera. Crece, pero no tanto.
Por último, cabe destacar cuán de importante son esos dos decimales que se señalan a la hora de indicar el peso de las piezas. Porque como normal general, el precio de los diamantes suele establecerse por franjas de aproximadamente 0,10 quilates. Esto significa que un diamante de por ejemplo 0,35 quilates tendrá un precio muy cercano a uno de 0,38, pero ciertamente distante ambos a uno de 0,40.
Pureza o 'clarity' de un diamante: la ausencia de inclusiones
El diamante perfecto sería aquel que fuese íntegramente diamante, sin la más mínima presencia de otro mineral o material, y no mostrase ni a la vista ni al microscopio o lupa desperfectos o marcas tanto en su exterior como en su interior. Pero encontrar diamantes con una pureza o clarity perfecta resulta prácticamente imposible, porque la naturaleza suele dejar su huella de uno u otro modo e incluso el manipulado joyero.
Para determinar cuál es la incidencia de las inclusiones, como son llamados estos defectos, existe una escala que los cuantifica y ayuda a determinar junto al resto de factores el valor final de una piedra. Naturalmente, cuanto mayor sea la pureza, mayor será el coste de la gema. Los grados son los siguientes:
- FL (flawless), sin inclusiones: A diez aumentos, un experto no encuentra afecciones ni internas ni externas. Son los diamantes más caros y más extraños.
- IF (internally flawless), sin inclusiones internas: A diez aumentos, un experto no encuentra defectos en el interior, pero puede haber irregularidades en el exterior. Son, pese a todo, prácticamente iguales de difícil de encontrar que los FL.
- VVS-1 y 2 (very very small inclusions 1 y 2), inclusiones muy, muy pequeñas 1 y 2: Dos grados para determinar en el primero que solamente hay una inclusión visible por un experto a los diez aumentos y, en el segundo, que son varias y que solamente las ve un experto a diez aumentos.
- VS-1 y 2 (very small inclusions 1 y 2), inclusiones muy pequeñas 1 y 2: Otros dos grados que indican en el número uno que se trata de inclusiones muy pequeñas que a diez aumentos cualquiera podría ver y en el número dos que igualmente a esa visión ampliada el número de defectos sería mayor.
- SI-1 y 2 (small inclusions 1 y 2), inclusiones pequeñas 1 y 2: En el primer estadio, varias inclusiones pequeñas visibles a diez aumentos; en el segundo, inclusiones pequeñas que pueden ser visibles a simple vista.
- I-1, 2 y 3 o P-1, 2 y 3 (included 1, 2 y 3 o Piqué 1, 2, y 3) Imperfecto 1, 2 y 3: Este es el grado más bajo de pureza de un diamante, dividido a su vez en tres grados. En el primero son inclusiones visibles a simple vista, en el segundo son inclusiones visibles claramente a simple vista y que disminuyen su brillo, y en el tercero son numerosas las inclusiones visibles a simple vista que además de comprometer el brillo hacen peligrar la estructura de la gema y podrían hacer que se agrietase o incluso rompiese fácilmente.
La talla o 'cut' de un diamante: estético pero sumamente importante
Aunque habitualmente cuando hablamos de cut o talla de un diamante pueda entenderse que se habla de la forma de su tallado, en realidad el término se refiere a las proporciones que posee en anchura, profundidad y uniformidad y no a los perfiles del corte en sí mismos.
Todas esas propiedades, cuando tienen los niveles adecuados, consiguen producir más brillos y destellos y, por tanto, estéticamente, hacer al diamante mejor. Un mismo diamante, tallado de una forma óptima y tallado de otra no tanto, perdería fuerza en el segundo caso, sería una piedra más apagada y, a fin de cuentas, con menor valor.
La más conocida es la talla brillante, la forma más clásica mediante la cual siempre son representados los diamantes y mediante la cual más se aprovechan sus cualidades y se magnifica el brillo o los destellos, pero existen otros cortes. Como el esmeralda, el oval, el corazón, el radiant, el princesa o el marquesa.
La clasificación de la talla de un diamante se reparte en tres grados, según la valoración conjunta de las proporciones que en esta medición entran en valoración, siendo VG o muy buena, G o buena y UN inusual.
Color o 'colour' de un diamante: en la ausencia está la clave
Cuanto más blanco o transparente es un diamante mayor es su valor. Y como ocurre con la pureza, encontrar el puramente transparente es cuasi una tarea imposible. Por ello las diferentes tipologías de claridad o trasparencia se clasifican en una amplia escala con numerosos grados. La misma fue establecida por el GIA, el Gemological Institute Of America, y ha sido aceptada internacionalmente. Emplea un sistema alfabético, dejando atrás la A, la B y la C, comenzando por la D y terminando en la Z.
Los diamantes con la D, E, y la F son completamente transparentes, siendo el más perfecto el primero. Los clasificados con la G y la H, son prácticamente trasparentes. Los que reciben la I y la J muestran a la vista un ligero color amarillo, pese a una transparencia notable. El K y el L tienen un tintado amarillo más notorio. Los M, N, O y P son amarillos a simple vista. Y finalmente los R, S y Z tienen un color amarillo que se acerca al parduzco.
De igual modo, existen otras escalas como la HRD que divide el color en doce estadios, del blanco excepcional ++ al color 3, y la escala escandinava, especialmente empleada en Europa, que reduce la clasificación a nueve grados, partiendo del River, el más blanco, hasta el Yellow, el amarillo, que no deja lugar a equívocos con su nombre.