Fundada en el año 1913 con el nombre de Bamford & Martin, la combinación de los apellidos de sus fundadores Robert Bamford y Lionel Martin, Aston Martin pasaría a adoptar su actual denominación apenas un año después. Fue cuando Lionel, también piloto de carreras, resultó vencedor de la célebre competición de montaña Aston-Clinton con un coche construido por ellos mismos. Apenas doce meses después de aquella victoria, el primer vehículo de la marca británica se registraría formalmente con el nombre que portan hasta hoy.
Tras aquel fulgurante comienzo, la compañía automovilística debutaría oficialmente en competición alcanzado el año 1922, cuando cruzarían el canal de la Mancha para participar en el Gran Premio de Francia. Dos de sus coches completaron exitosamente la carrera, pero la década que siguió a aquello años, con problemas económicos por doquier, lastraron la producción de forma calamitosa y, pese a los éxitos, obligaron a echar el cierre del negocio en el 1925.
Sin embargo, de nuevo, un año bastó para transformar la situación. En 1926 un grupo de inversores con gran visión empresarial rescató a la empresa, asentaron unos buenos cimientos y empezaron a construir encima. En poco tiempo, nuevamente, Aston Martin volvía a concebir coches para la competición y gracias a su ingeniería y diseño alcanzarían grandes dosis de popularidad. Tanto fue así que solamente dos años después del rescate, el 1928, un coche de los británicos participó por primera vez en las famosas 24 Horas de Le Mans.
La década de los treinta sería seguramente la más dorada para la firma. Sus coches participaban en toda clase de competiciones de renombre, ganaban parte de ellas y ese empujón publicitario lograba que el trabajo en sus factorías no dejase de aumentar. Pero llegó la ignominiosa Segunda Guerra Mundial y donde antes se fabricaban vehículos se tuvo que pasar a fabricar material bélico.
Superado aquel oscuro periodo, con el fin de la contienda, llegaría la era David Brown para una segunda edad dorada de la compañía. Bajo su influencia vieron la luz modelos míticos como la serie DB, que de la mano del personaje James Bond, que condujo un DB5 en la clásica cinta Goldfinger, se hicieron sumamente populares. Llegados los setenta la compañía volvería a cambiar de manos, tres después de la última toma de posesión entraría en quiebra y, sin llegar a cerrar, un consorcio la volvería a rescatar mientras modelos como el V8 o el Lagonda surcaban las carreteras.
En los ochenta, de nuevo, Aston Martin cambiaría de manos. Llegando al final de la década Ford entraría como accionista mayoritario y, mientras la relación con el agente secreto 007 continuaba apareciendo este a los mandos del V8 Volante en 007: Alta tensión, la compañía presentaba modelos de calle como el Virage o de pistas como el AMR1. En el 94 el fabricante del óvalo se quedaría como único accionista, el DB7 sería un éxito rotundo y continuarían saliendo al mercado modelos como los de la serie limitada con Zagato o el Vanquish, ya en el siglo XXI.
La historia más inmediata del fabricante británico vuelve a pasar por su maldición, la de los problemas económicos, y la compañía en el año 2007 tuvo que ser vendida por Ford a un consorcio de inversores. Pese a todo, ha pasado más de un siglo desde su fundación y Aston Martin, con altibajos financieros, quiebras y ventas incluidas, continúa siendo sinónimo de vehículos inauditos, objetos de verdadero deseo. Puro automovilismo.