La Prairie, una de las cosméticas más destacadas del panorama internacional por la gran efectividad de sus productos, nació con la ambición de un científico por luchar contra el paso del tiempo. El profesor Paul Niehans, cirujano suizo de reputado prestigio, trató desde la clínica que abrió en la pequeña villa de Clarens, en la municipalidad suiza de Monteux, a numerosas personalidades de todo el mundo. Desde intelectuales a presidentes de gobiernos, desde un papa a miembros de diferentes realezas.
Su éxito no escondía otro secreto que la aplicación del rigor científico del siglo XX a diferentes técnicas que desde la antigüedad civilizaciones como la egipcia o la babilónica practicaban.
Sus terapias celulares, que estimulaban el normal funcionamiento de ciertos órganos del cuerpo humano, ralentizaban el envejecimiento natural. Pero aquellos tratamientos, que se centraban en lo más físico, pronto comenzaron a encaminarse también hacia lo estético. Porque tanto una buena forma física como un buen aspecto es mejorar la calidad de vida de las personas, aunque la fuente de la eterna juventud sea una quimera.
De este modo, con el realista objetivo de retardar los efectos del paso del tiempo a todos los niveles posibles, Niehans y su equipo de profesionales de la clínica de La Prairie investigaron con diferentes sustancias que podían lograr lo que perseguían. Todo ello dio lugar en 1978 a los primeros productos de Laboratoires La Prairie, la escisión cosmética de la clínica, llamados Cellular Skincare.
Desde aquel momento, pero más especialmente desde la total independencia de los entes La Prairie en 1982, los laboratorios han trabajado incansablemente por presentar cosméticos encaminados a cuidar la piel, paliar los efectos del envejecimiento y, en términos generales, mejorar las calidades de vida.