En 1917 Louis Cartier creó el reloj Tank. Era una pieza delicada, discreta, caracterizada por una estética única y unos enganches mimetizados bajo angarillas verticales planas de aristas vivas. Un reloj de líneas puras que, paradójicamente, se había visto inspirado en un tanque desarrollado por una compañía automovilística francesa para la Gran Guerra.
Es quizás por este motivo que tiempo antes de su llegada a las boutiques, alrededor del año 1919, el primer prototipo del reloj fue regalado por Cartier al general de la Fuerza Expedicionaria Estadounidense, John Pershing.
Sin embargo, esa creación inspirada por una máquina bélica, concebida para fines que poco tienen que ver con la belleza o el disfrute, encarnó sofisticación y distinción. Sedujo a espíritus libres. Encandiló a los más elegantes. Y se convirtió en un icono en constante evolución, con múltiples variantes basadas en él. El Tank Anglaise, el Tank Louis Cartier, el Tank Américaine, el Tank MC, el Tank Solo o el Tank Française, seguramente la mejor vuelta a los orígenes.
Lanzado en el año 1996 con un gran éxito instantáneo para la maison, esta versión hizo gala de un diseño minimalista y conservador, que suponía un retorno al cuadrado original del reloj, con esa silueta y ese estilo que lo convirtieron en mito. Entonces, aparecía con un brazalete de acero con alternancia de eslabones pulidos y satinados, y otro en el que la alternancia se producía con el acero y el otro, resultando moderno sin dejar de basarse en el más original de los diseños.
Aunque si por un solo motivo destacaba especialmente el Tank Française era por dar la hora de una forma tremendamente cautivadora. Por tener como índices nada más y nada menos que once diamantes de talla brillante y un total de 0,04 quilates. La forma más preciosa, joyera y femenina para la puntuación de la hora.
Y es justamente cuando se cumplen dos décadas desde su lanzamiento cuando lo recordamos. A un año del centenario global. En un momento en el que no ha dejado de estar vivo, porque se ha convertido en eterno. Porque las horas de diamantes, marcadas en esas esferas flinqué lacadas, con esas tan auténticas manecillas de acero azulado en forma de espada, movidas por ese movimiento de cuarzo, son horas perpetuas.