En ocasiones hablamos de artesanía en la técnica, en la manufactura de un reloj, en la composición de sus diferentes complicaciones, en la fabricación de la misma. Pero más allá de esa técnica, exacta por encima de todo, la artesanía más genuina la encontramos especialmente en la cara visible de los relojes en general y en sus esferas en particular. Piezas tan increíblemente delicadas como la colección de relojes Chanel Mademoiselle Privé Coromandel lo muestran con todo esplendor.
Cada uno de los diseños que en estas creaciones resplandece, es una obra de arte en sí misma. De joyería, de artesanía, incluso de técnica, pero arte sin paliativos ni apellidos. Arte por derecho propio. Pequeñas composiciones estéticas, artísticas, llevadas a cabo por manos expertas con una precisión milimétrica, con un cariño meticuloso.
ChanelSon aves, flores, plantas… representadas todas ellas en la miniatura que impone el lienzo que son las esferas. Disposiciones realizadas con el conocido esmalte Grand Feu y aplicadas por manos expertas según las técnicas de Ginebra, la glíptica —aplicada por primera vez en Chanel aunque conocido desde tiempos de los antiguos egipcios— o el oro esculpido. El resultado es la mejor demostración de este hecho. No cabe duda viendo cada una de las referencias Mademoiselle Privé Coromandel que esto es así.
Todos estos motivos, además, surgen de elementos tan icónicos como los famosos biombos de Coromandel. Es por eso que son esos pájaros, esos vegetales, esos ornamentos florales. A los expertos esmaltadores, grabadores y cinceladores artesanos, se suman también los engastadores, que rematan estas piezas surgidas del universo íntimo de Gabriel Chanel con diamantes en engaste nieve sobre el bisel de oro de 18 quilates. Es la guinda de la mágica colección de relojes Chanel Mademoiselle Privé Coromandel.