Una de las cámaras más particulares jamás creadas por Leica a lo largo de su historia ha sido la Monochrom de la serie M, una rara avis de la fotografía digital con sensor monocromo capaz de reproducir electrónicamente la esencia de las fotografías en blanco y negro analógicas. Ahora, tres años después de su lanzamiento, la germana ha presentado la que es su primera evolución.
La nueva Leica M Monochrom hace acto de presencia ante los más nostálgicos con un sensor CMOS full frame de 24 megapíxeles, capaz de capturar imágenes en formato real de 35 milímetros en RAW y JPEG con una nitidez, profundidad, claridad y resolución incomparables con las imágenes a color. Esta característica, su razón de ser, añade como acompañantes vídeo en formato 1080p Full HD, un total de 2 GB de memoria intermedia, para que disparar la cámara no requiera de más tiempo del que lleve encenderla y posar el dedo sobre el disparador, y un valor ISO de 25.000, para que la falta de sensibilidad lumínica jamás sea un problema.
Leica
En el apartado estético, el diseño de esta Leica tan especial difiere poco del de la anterior generación, caracterizándose por la marcada sobriedad y el cuasi absoluto color negro, por el empleo de sólidos materiales como la aleación de magnesio de alta resistencia para el cuerpo, el latón macizo para la cubierta superior y la base, así como el cristal de zafiro para su pantalla, una LCD con una diagonal de 3 pulgadas.
Una vuelta de puro lujo a los orígenes de la fotografía, de su belleza, esencia y espíritu, sin renunciar a las ventajas de la era digital es más posible que nunca gracias a la última Leica M Monochrom.