Paisajes vírgenes, vegetación natural por todas partes, arenas blancas, aguas cristalinas, un fondo marino repleto de vida... suena a paraíso, y de hecho lo es, pero está sobre la Tierra, es completamente tangible y lo más importante, visitable; es la isla Wakaya, un recóndito remanso de paz en medio del Pacífico, en el archipiélago de las Fiyi, en el que la vida se ve y se practica con otros ojos.
La historia más contemporánea de este lugar comienza hace más de dos siglos, concretamente en el año 1789, cuando el famoso botín del barco de vela de la armada británica HMS Bounty llevó al capitán William Bligh y a sus fieles hombres a embarcarse en un pequeño bote. Con esta embarcación provista solamente de una vela, un sextante y un reloj, el explorador logró recorrer en poco más de un mes las 5.800 millas que lo separaban de la isla de Timor perdiendo un solo hombre y descubriendo, por el camino, un islote no demasiado grande en el que pretendían buscar agua y víveres. Sin embargo, solamente encontraron la férrea hostilidad de los indígenas que lo habitaban.
The Wakaya Club & Spa
Aquel pedazo de tierra perdido en la inmensidad del océano no era otro que Wakaya, un enclave que hasta cincuenta años después no volvió a suscitar el interés de europeos, cuando fue comprada a un cacique local por apenas unas monedas, y doscientos más tarde, cuando el empresario canadiense David Gilmour y su esposa de origen neozelandés Jill quisieron cumplir su sueño de conservar tal prístino hábitat tropical. ¿Cómo? Compartiéndolo con todo aquel que desease disfrutarlo a través del pequeño, exclusivo y lujoso resort The Wakaya Club & Spa.
The Wakaya Club & Spa
Escondido entre la tupida vegetación que cubre colinas de unos pocos centenares de metros, vertiginosos precipicios abocados a la nada, selva tropical impenetrable y playas de turquesas aguas, encontramos el complejo. Está compuesto por nueve cabañas típicas fiyianas con vistas al mar o al interior de la isla con gran salón, dormitorio, cuarto de baño y jardín a una conveniente distancia las unas de las otras. Incluye una suite real de más de mil metros cuadrados, entre espacio para huéspedes e invitados, con dieciséis hectáreas de parcela, y una completa villa con casa para invitados incluida, con amplias y equipadas estancias, increíbles vistas al inmenso océano, una piscina infinita de casi cuarenta metros de largo y una playa privada a completa disposición de los afortunados huéspedes.
Un verdadero paraíso natural en el que disfrutar de la paz, la tranquilidad y la buena cocina elaborada en el complejo con las mejores materias primas que proporciona la isla. Un verdadero paraíso sobre la tierra.